Frentistas | Horizonte
Amaneció el día con un aire cívico y sereno en el local electoral. Quizá en un intento inconsciente por exteriorizar el verdadero espíritu de la ocasión. A un lado, los rincones del país hasta donde alcanza la vista, y con ellos, una palabra que cobró notoriedad en las últimas semanas: frentista. Una expresión intensa, pero como tantas veces, fugaz en la memoria colectiva.
Lo cierto es que, frente a los retos diarios que nos depara el futuro —y más allá del activismo electoral circunstancial—, resulta necesario repensar esa palabra como algo más que un rol momentáneo. “Frentista” puede y debe trascender la elección, para instalarse como una condición constante de quienes poseen derechos políticos y sociales; como personas con capacidad y responsabilidad de transformar su entorno. No solo como recurso limitado de construcción, sino como motor activo del desarrollo local y nacional.
Los resultados electorales ya están documentados. Las urnas se cerraron. Pero hay algo que no se cierra nunca: la proyección personal y colectiva; el pensamiento libre y la expresión; la convivencia cotidiana con el otro, especialmente con el entorno más inmediato. Es en ese espacio donde cobra vida la proximidad cívica, puesta en valor durante los peores días de la pandemia, pero rápidamente absorbida por la marea de un civismo superficial, que se agota en lo doméstico y lo circunstancial.
El conteo de votos puede haber terminado, pero el escrutinio del compromiso ciudadano sigue en curso. Y en ese escrutinio, cada persona es frentista: de su voto por el crecimiento personal, por el civismo social, por el bienestar común y por el respeto a los recursos que nos sostienen.
Porque en esta dimensión más profunda del desarrollo —esa que no se detiene nunca— todos somos constructores. Y cada quien, quiera o no, es frentista ineludible de sus propios sueños y del modo en que decide hacerlos realidad, aunque formen parte de una estructura colectiva más amplia.
En resumen: cada persona es frentista de la construcción personal, social y local de un país que aún está por hacerse.
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